DAVID ¿PEQUEÑO O GIGANTE?

El primer libro del juez y profeta Samuel (Cap. 17) narra la historia de dos personajes asimétricos en toda la dimensión estricta de la palabra. 

GOLIAT

        Un guerrero reconocido de casi diez pies de altura (gigante). Bien equipado: casco de bronce, cota de malla, grebas y jabalina de bronce; el asta de su lanza era como un rodillo de telar, y tenía el hierro de su lanza seiscientos siclos de hierro e iba su escudero delante de él. Actitud desafiante y retadora. Confiado en sí mismo.

DAVID

        Un pastor de ovejas, hijo menor (joven y pequeño). Poco conocido. Sin espada ni armadura. Sin experiencia en la guerra (novato). Un muchacho de mandado para llevar alimentos a sus tres hermanos mayores al servicio de Saúl en la guerra contra los filisteos. Confiaba en la fuerza de Dios.

Cuando David llegó al campamento de guerra, preguntó por sus hermanos, si estaban bien. No le dio tiempo a recibir respuesta cuando Goliat retó nuevamente a los israelitas, como lo había hecho durante 40 días. El rey Saúl y todos los hombres de Israel tuvieron y huían de su presencia, y tenían gran temor.  David  lo oyó y preguntó:   

“…¿Quién es este filisteo incircunciso, para que provoque a los escuadrones del Dios viviente?“ (v.26).

Fueron oídas las palabras que David había dicho, y las refirieron delante de Saúl; y él lo hizo ir a su presencia. Y dijo David a Saúl: No desmaye el corazón de ninguno a causa de él; tu siervo irá y peleará contra este filisteo. Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este filisteo. Y dijo Saúl a David: Ve, y Jehová esté contigo, luego de escuchar varias justificaciones que le convencieron.

Saúl vistió a David con sus ropas y armadura; probó andar y no pudo. Se la quitó, tomó su cayado, y colocó cinco piedras en su saco, una honda y fue al filisteo y el filisteo a David. Goliat no lo podía creer, dentro de tantos guerreros valientes y probados, se aparecía a su encuentro un muchacho con palos, sin espada. Vio en él una carnada fácil para alimentar las aves del cielo y a las bestias del campo.

Pero David tenía una respuesta a aquello que pensaba Goliat:

“Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado” (v. 45).

El filisteo se levantó; fue al encuentro. David se puso en acción, do dudó: se dio prisa y corrió a la línea de batalla contra el filisteo. Metiendo su mano en la bolsa, tomó una piedra, y la tiró con la honda, e hirió al filisteo; y la piedra quedó clavada en la frente, y cayó sobre su rostro en tierra. Se puso sobre el filisteo; y tomando la espada de él, lo acabó de matar, y le cortó con ella la cabeza. Y cuando los filisteos vieron a su paladín muerto, huyeron.

Esta historia deja claramente al relieve de nuestro razonamiento que:

1.      Siempre a un varón dispuesto a defender el pueblo de Dios;
2.      El tamaño de un guerrero no depende de su altura, sino del favor de Dios;
3.      Dios utiliza a aquellos hombres, cuyo pronóstico de victoria es improbable, para cumplir su plan;
4.      Para cumplir con el propósito que Dios te encomendó no necesita experiencia; solo requiere dejarte guiar y confiar;
5.      La armadura de un guerrero puede ser penetrada mortalmente por la voluntad del Altísimo;
6.      La fuerza de Dios es capaz de derrumbar el más grande de los gigantes;
7.      Aquello que ojos humanos ven como imposible, para Dios es un hecho totalmente trivial;
8.      Cuando un gigante hace alarde de su fortaleza y su seguridad, el hombre temeroso confía en la Promesa que Dios le hizo;
9.      Cuando los hombres temen y huyen, el hombre que goza de la misericordia de Dios se siente valor;
10.  La victoria de un hombre de Dios hace que sus adversarios huyan despavoridos;
11.  La gracia de Dios para sus hijos hace que los demás te respeten y escuchen.

MORALEJA: El que confía en sus sobradas fuerzas, termina vencido por sus propias fuerzas. El que pone su seguridad en la espada, acaba siendo testigo de sus enfilados bordes. El que pone sus pocas fuerzas en la voluntad de Dios, termina multiplicándola sin límites. David, un pequeño pastorcito de ovejas, fue capaz de colocar a sus pies un gigante que no le daba por la cintura. Contaba con la Coraza de Dios. Esa es la gloria de Dios.

GENNYS AZAEL LORENZO
@GennysLorenzo
REPUBLICA DOMINICANA