Dar con generosidad



La vida auténticamente cristiana no consiste solamente en llevar el membrete de cristiano o solamente en decir: soy cristiano, cuando alguien habla de religión.

La vida auténticamente cristiana es mucho más que eso, es un estilo de vida que está caracterizado por muchas cosas, como por ejemplo, haber nacido de nuevo, o ser salvo, manifestar un constante crecimiento espiritual, hablar a otros de lo que Dios ha hecho por nosotros en Cristo, bautizarse en agua, con plena conciencia de lo que se está haciendo, involucrarse en una iglesia local doctrinalmente sana, y orar.

En esta ocasión vamos a ver que la vida auténticamente cristiana está caracterizada además por dar con generosidad.

Cuando uno indaga con algo de profundidad la vida de connotados hombres y mujeres de Dios, encontrará invariablemente, que siempre tuvieron la mano abierta para dar.

Considere por ejemplo la vida de cierto joven que se inscribió como candidato para ir en calidad de misionero al África. La Junta de misiones señaló día y hora para entrevistarse con este joven y con su esposa, en Nueva York. Todo iba muy bien, hasta que la Junta de misiones comenzó a hacer muchas preguntas a la esposa de este joven.

Todas las preguntas giraban en torno a la frágil salud de ella. Finalmente la Junta de misiones llegó a la conclusión que el joven estaba en condiciones de ir como misionero al África, pero lamentablemente, la esposa no, debido a sus problemas de salud. Esto fue un duro golpe a los ideales de este joven.

Pero a pesar de eso no se desanimó, en oración prometió al Señor trabajar lo más duro que podría para reunir dinero y enviar a los misioneros que ya estaban en el África. Decía que ya que él no podía ir, ayudaría a los que sí podían.

Su padre, quien era dentista, había comenzado a producir jugo de uva para la Cena del Señor en un cobertizo junto a su consultorio. El joven se hizo cargo de este trabajo y comenzó a dedicarle tiempo y esfuerzo. En cuestión de pocos años, el negocio creció tanto, que valía varios millones de dólares. Llegó a ser la famosa industria de jugos naturales “Welch”. El dueño ha contribuido con millones de dólares a la obra del Señor no sólo en África sino en todo el mundo.

La vida auténticamente cristiana está caracterizada por dar con generosidad. Si los cristianos entendiéramos esto y más que nada actuáramos conforme a esto, la obra del Señor no carecería jamás de sustento. Quizá estará pensando: ¿Por qué los cristianos debemos dar? Pues existen varias razones.

Primero, porque los creyentes debemos imitar a nuestro Padre celestial. Tal el padre, tales los hijos, afirma el dicho. Nuestro Padre celestial es un Dios que da.

Considere con atención lo que dice ese hermoso texto en Juan 3:16 “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vid eterna.”

Dios es amor. Su amor se manifiesta en acción. Dios dio lo mejor, lo único. Dios dio a su amado Hijo para que muera a favor del pecador. Como hijos suyos, los creyentes también debemos dar. Tenemos el ejemplo del Padre. Nuestro dar debe ser por amor, un amor que se manifiesta en acción de dar. Lo que se da, debe ser lo mejor, no lo peor. Lo que se da debe ser sin condiciones, sin esperar nada a cambio. Damos porque tenemos ejemplo en nuestro Padre.

Segundo, porque es un principio bíblico. A lo largo de toda la Biblia encontramos en acción el principio de dar.

Observe lo que dice 1 Corintios 16:1-2 “En cuanto a la ofrenda para los santos, haced vosotros también de la manera que ordené en las iglesias de Galacia. Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas”.

Este texto está hablando del dar. El dar debe ser parte de la adoración a Dios que se realiza cada primer día de la semana. Esto habla de un dar sistemático, no de un dar esporádico, no de un dar movido por las emociones. Cuando quiero doy y cuando no quiero no doy. El dar debe ser privilegio de todo creyente, no sólo de los ricos. Cada uno de vosotros dice el texto. El dar debe ser ordenado. Lo que se da es necesario ponerlo aparte, en un lugar seguro. El dar debe ser proporcionado. Según haya prosperado, dice el texto. Cuando el Señor bendice más, no es para que gastemos más o para vivir rodeados de comodidades. Es para que podamos dar más al Señor.

En su época, Juan Wesley podía vivir con 18 libras esterlinas al mes. En cierto momento de su ministerio, sus ingresos llegaron a 38 libras esterlinas por mes. Juan Wesley seguía viviendo con las 18 libras esterlinas por mes y el resto los devolvía al Señor, mediante ofrendas, bajo el razonamiento que si Dios le había bendecido con más dinero era para que pueda dar más a la obra del Señor, mas no para que pueda gastar más dinero.

El dar debe ser protegido. Guardándolo, dice el texto. Los que administran este fondo deben tener las manos limpias y el corazón puro, para no malversar los fondos que los creyentes dan al Señor. No olvide que el amor al dinero es raíz de todos los males.

Marcos 12:43-44 nos enseña que el dar debe ser con sacrificio. Dice así: “Entonces llamando a sus discípulos, les dijo: De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca; porque todos han echado de lo que les sobra; pero ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su sustento” Gran ejemplo de dar con sacrificio.

Otro texto muy importante en esto del dar es 2ª Corintios 9:7 donde dice: “Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre.”

El dar debe ser secreto: Como propuso en su corazón dice el texto. Lo que se da no debería ser para que se conozca en público, o para que se esculpa en placas de mármol.

Lo que se da es un asunto entre el dador y Dios. Mateo 6:3 dice: “Mas cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha.”

El dar debe ser con alegría. Cuando damos a Dios, no estamos gastando el dinero sino invirtiendo el dinero. La inversión es segura porque está en el cielo y los réditos son de valor eterno. El dar debe ser voluntario. No por necesidad, dice el texto. Nadie debe obligar a nadie a dar. Más aún, nadie debe manipular a nadie a dar.

Por último, el dar es con esperanza de recibir bendición. 2ª Corintios 9:6 dice: “Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará.”

Las bendiciones que acompañan al dar con fidelidad, no siempre son materiales. Principalmente son espirituales. Es ese sentir de que todo está bien entre Dios y nosotros. Ese sentir de que no estamos robando a Dios. Ese sentir que nuestro tesoro celestial es cada vez más grande. Damos porque tenemos el ejemplo de un Padre que da, y damos porque en la Biblia encontramos cantidad de principios acerca del dar. Pero no solo por eso, damos porque la Biblia dice que el dar es una gracia.

Eso es lo que tenemos en 2ª Corintios 8:1-2 donde dice: “Asimismo, hermanos, os hacemos saber la gracia de Dios que se ha dado a las iglesias de Macedonia; que en grande prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su generosidad.”

El dar es considerado como una gracia. Gracia significa un favor no merecido. Qué interesante. A veces pensamos que al dar a Dios estamos haciendo un favor a Dios, pero la verdad es todo lo contrario. Al dar a Dios, Dios nos está haciendo un favor a nosotros. Es una gracia. Los beneficiados somos nosotros. Esto me llama mucho la atención. Me muestra la diferencia entre las matemáticas del hombre y las matemáticas de Dios.

Según las matemáticas del hombre, si resto, entregando la ofrenda a Dios, tendré menos para mí. Pero según las matemáticas de Dios, si resto, entregando la ofrenda a Dios, tendré más para mí. Maravilloso. No le parece. El dar es una gracia. Es un favor inmerecido que nos hace Dios. Por supuesto que no damos por la motivación carnal de tener más, sino por amor a quien nos dio todo. Pero esta actitud sincera tiene su recompensa de parte de Dios.

Por último, damos porque los que reciben el beneficio de lo que entregamos abundan en acciones de gracias a Dios. 2ª Corintios 9:12 dice: “Porque la ministración de este servicio no solamente suple lo que a los santos falta, sino que también abunda en muchas acciones de gracias a Dios.”

Pablo está hablando de las ofrendas entregadas por los creyentes, para ayudar a los creyentes necesitados de Judea. Esta ofrenda tuvo un doble propósito. Por un lado, suplió las necesidades de esos pobres creyentes, pero por otro lado resultó en acciones de gracias para Dios. Como creyentes, debemos buscar siempre que el nombre de Dios sea alabado, sea glorificado. Una de las maneras de lograr esto es dando. La gente que reciba el beneficio de nuestro dar, dará gracias a Dios y el nombre de Dios será magnificado.

Otra característica de la vida auténticamente cristiana, es el dar. ¿Está dando algo de valor a su Señor? ¿Está compartiendo sus bienes con personas que lo necesitan? ¿Está contribuyendo a los ministerios cristianos que están ocupados en proclamar la palabra de Dios, por la radio o la televisión o algún otro medio? No olvide que lo que le da el Señor no es sólo para que se rodee de comodidades sino para que pueda dar más al Señor y a su obra.

Fuente: Tiempos Proféticos